Acerca de la visión racional del mundo y las microrrevoluciones

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Reconocí que aunque no tengo la madera para cambiar millones de vidas, tengo el poder de cambiar una, dos o tres, de cuidar un animal que lo necesita, o de sembrar un árbol.

Por: Santiago Mejía Dugand
Por: Santiago Mejía Dugand

Alguna vez escribí una columna en un periódico local exponiendo mis razones para regresar de un país en el que viví mucho tiempo, considerado por muchos como un paraíso en términos sociales, naturales y económicos. Aunque sonara un poco ingenuo, una de las razones que tuvo más peso para mi regreso fue la responsabilidad moral que sentía de devolver aunque fuera un poco de lo que me ha dado una sociedad que a muchos les ha negado tanto.

Regresé con muchas ideas de activismo. Empecé a escribir, entré a grupos activistas, trabajé como voluntario en organizaciones internacionales de alivio de la pobreza y entregué parte de mi salario a causas que consideraba justas. Muchas de esas actividades siguen sucediendo, pero la escala cambió.

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Creo que soy lo que un amigo llama un “optimista racional”. Es muy claro que el mundo tiene problemas, algunos de ellos muy graves. Pero lo que no creo es que estemos peor que antes. ¿Cómo podemos estarlo? El gran Jared Diamond empieza su libro El mundo hasta ayer diciendo que se encuentra en un aeropuerto con cientos de extraños extranjeros y ninguno se está atacando, violando las mujeres, o robándose los hijos. Discute la violencia natural de los humanos en la prehistoria (y en algunas tribus del mundo que conoce bien, como las de Papúa Nueva Guinea), del miedo a los desconocidos y de la reacción natural de atacarlos.

Otro grande, Steven Pinker, dedica un libro entero (Los ángeles que llevamos dentro) a demostrar cómo ha disminuido la violencia en todo el mundo y afirma que nunca en la historia habíamos vivido en tiempos más pacíficos. Explora con detalle el crecimiento moral de nuestra especie y arguye que es una tendencia que continúa y continuará. En su nuevo libro, En defensa de la Ilustración, utiliza un acercamiento similar, pero no solo habla de paz, sino también de democracia, medio ambiente, igualdad y riqueza. Una vez más, demuestra que el humanismo, la razón y la ciencia han traído consigo mejoras indiscutibles en el estado del mundo, a pesar de que tantos se nieguen a reconocerlo y otros tantos exploten el desconocimiento y la tendencia natural a concluir acerca del mundo con base en anécdotas, experiencias personales, chismes y fuentes carismáticas, pero dudosas y muchas veces malintencionadas.

Tengo ganas de que las cosas mejoren

El fallecido Hans Rosling (recomiendo su libro Factfulness) decía que no era ni optimista, ni pesimista, sino “posibilista”, alguien que “no espera ni teme sin razón y se resiste a tener una visión exageradamente dramática del mundo. Alguien que ve todo el progreso y se llena de convicción y esperanza de que más progreso es posible. Alguien que tiene una idea clara y razonable acerca de cómo funcionan las cosas. Alguien que tiene una visión del mundo que es constructiva y útil”.

Mi escala cambió. Me di cuenta de que no tengo el carisma, ni la energía, ni el valor para liderar grandes movimientos (como Gandhi, Martin Luther King o Greta Thunberg). Lo que sí tengo es ganas de ver que las cosas mejoren.

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Amplié mi círculo de compasión, dejando entrar en él a otros aparte de mis familiares y amigos, aparte de mis coterráneos e incluso aparte de mi especie. Decidí rechazar todo tipo de “ismo” nocivo, como el partidismo, el regionalismo y el nacionalismo. Aunque sigo lleno de contradicciones, me propuse seguir un sistema moral y ético basado en la racionalidad, y luchar contra tantas disonancias cognitivas propias del ser humano. Sobre todo, reconocí que aunque no tengo la madera para ser un líder de masas y cambiar millones de vidas, tengo el poder de cambiar una, dos o tres, de cuidar un animal que lo necesita, o de sembrar un árbol para que los hijos de mis hijos jueguen bajo su sombra.

Encontré las poderosas microrrevoluciones, concepto resumido en una frase que tal vez es erróneamente atribuida a Gandhi: “sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Y ustedes, ¿qué cambio quieren ver en el mundo?

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