A mis amigos, los fanáticos

A mis amigos, los fanáticos
Gente normalmente inteligente, perspicaz y bien ponderada abandona por estas fechas esas cualidades

/ Juan Carlos Franco

No es fácil sobrevivir a estos días electorales con la cabeza fría y clara. No es fácil mantener por más de dos minutos una conversación inteligente con alguien de la otra orilla. O sea, conversaciones en las que no intervenga la pasión a favor o en contra de otro candidato.

Y mucho más difícil esperar que alguien cambie de opinión. Hace tiempo la mayoría de la gente, por las razones que sea, hizo su escogencia de candidato y no hay argumento ni sorpresa de última hora que pueda cambiar esa posición. Más fácil cambian de religión o de equipo de fútbol. Claro. Es que el mundo es más simple cuando solo tiene el color blanco y el negro…

Todo lo que pueda hacer daño al contendor de mi candidato es magnificado y repartido por todos los medios y redes sociales posibles, qué importa la fuente, qué importa que no resista el más mínimo “reality check”. Lo importante es que lo haga quedar mal. Y que sus partidarios queden como borregos sin discernimiento ni voluntad.

Y si el cuento va contra mi candidato, simplemente no lo veo, no lo escucho, mucho menos lo divulgo. O de pronto, como máximo, lo explico con razonamientos comprensivos, llenos de contexto.

Por estos días medio país anda absolutamente convencido de que todos los males actuales son causados por la incompetencia o mala intención del actual gobierno. Aseguran que la economía es un total desastre y que si hay alguna cifra buena es porque es falsa. Tienen total certeza de que quien no piensa así es por ignorante, inocente y de fácil lavado de cerebro. Aseguran que el país estaba a punto de alcanzar todos sus objetivos de desarrollo y paz hace cuatro años pero que lamentablemente se perdió el camino por una sucia traición. Y que por supuesto el “ocupante actual de la Casa de Nariño” recibe órdenes directas de Caracas, que a su vez las recibe de Cuba. Y que solo falta una firma para “terminar” de entregar al país al comunismo ateo.

Por el otro lado, también medio país opina que es precisamente en estos últimos cuatro años cuando Colombia está por fin tomando el rumbo, que atraviesa el mejor momento económico en décadas, que esta vez sí hay una oportunidad seria de terminar un conflicto que por medio siglo ha desangrado al país, que por fin se manejan bien las relaciones con países vecinos… Y que si no hay reelección ahora, volveremos a caer en el oscurantismo de la ultraderecha y tendremos guerra y sufrimiento por siempre, que el candidato es un títere de un expresidente… Ah, y que por algo será que tantos funcionarios del gobierno anterior están en la cárcel.

Gente normalmente inteligente, perspicaz y bien ponderada abandona por estas fechas esas cualidades. O las usan de modo estrictamente selectivo. Por ejemplo, para sorprenderse por los métodos sucios de los otros. Nunca de los de este lado. Y muchos se entregan sin medida, de manera casi infantil, a la guerra de boñiga.

¿Quién tiene finalmente la razón? Con el perdón de mis amigos, los fanáticos, un poquito de aquí y un poquito de allá. Como muchas cosas en la vida, la mayoría son verdades a medias unidas por endebles hilos conductores. O razonamientos con premisas que pueden ser ciertas pero con conclusiones que son totalmente erradas.

En política no hay ni habrá nunca blancos ni negros puros. Todos son tonalidades de grises. Eso lo saben los políticos. ¿Por qué nosotros no?
Y que pase pronto el 15 de junio, que gane el mejor para Colombia y que podamos por fin concentrarnos en el Mundial.
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