A la China con Gaby

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A la China con Gaby
/ Esteban Carlos Mejía
China es impenetrable. Su área es 8.4 veces la superficie de Colombia, incluidos los islotes del archipiélago de San Andrés. Tiene 1.300 millones de habitantes, casi 29 veces nuestra población. Nacionalidades, lenguas, provincias y ciudades laboriosas, insaciables, megalópolis equivalentes a siete u ocho veces el Valle de Aburrá, a veces tan asfixiante. Y montañas, altísimas como la luna. Y ríos, caudalosos, hacia tres o cuatro mares distintos. China no es un país: es una galaxia. Insondable, además.

Y a esa China fuimos de la voz de Luz Gabriela Gómez, Gaby, viajera impenitente, en los conversatorios de Vivir en El Poblado y el Centro Comercial Santafé, tertulias que desde ya prometen ser amenas, instructivas y encantadoras.
Gaby es una narradora salerosa: saborea cada palabra, cada instante. Primero hablamos de los preparativos del viaje, a China o a cualquier otra parte. “Lo fundamental es decidir a dónde de verdad se quiere ir. Pues viajar es aprender, del paisaje y de uno mismo”. Gaby y sus acompañantes trazaron un itinerario sin halagos turísticos ni presiones externas. Se empaparon de atmósferas y ambientes. De algún modo, hicieron el viaje antes de viajar.
Al llegar, de inmediato, percibieron las cambiantes energías del campo y la ciudad, desde Shanghai, con sus 24 millones de habitantes, hasta las orillas del Mekong, por el que navegaron una semana, de puerto en puerto, probando y comprobando sabores y saberes milenarios. Nos habló de insólitas costumbres: no regalar relojes, regatear sin fin, comer gusanos y cucarachas, no cucarachas chancleteadas como las de aquí, sino suculentos insectos cultivados con higiene y esmero. “La auténtica gastronomía china es sorprendente: no se parece a la hollywoodense que conocemos en Occidente.” Y mencionó, claro está, la hermosura de las mujeres y la apostura de los hombres. Nos previno sobre algunos riesgos: los cambios de moneda y la prostitución bisexual.
Ahora, la amistad. Aquellos con los que has viajado te siguen acompañando después con persistencia y lealtad. Gaby calcula que el tiempo compartido con sus compañeros de viaje a China, de mañana a noche, equivale a un noviazgo de seis meses, ni más ni menos. Un noviazgo que, gracias a los dioses del viajero, se vuelve hermosa y entrañable amistad.
Y, así, entre anécdotas y espléndidas reflexiones históricas y culturales, el tiempo se nos fue volando, ¡ay, Gaby!

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