Un nombre

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Un nombre

Memo Ánjel
Buses, taxis, motos, camiones, carros particulares, carretillas con megafón, metro (con energía), metro-plus (con gas). Esta masa móvil cubre las calles de la ciudad contaminando y haciendo ruido. Y acrecentando el calor, el desorden y los niveles de fatiga (demasiados obstáculos) para ir de un lugar a otro. Y esa masa creciente (todos los días anuncian y venden más vehículos) y cada vez más compacta, a la que le agregan edificios y gente encerrada en 40 mts2, se llama Medellín. No sé si este nombre sirva para identificar cualquier masa informe y productora de basuras que invada la tierra y al final la cubra.

¿Qué es Medellín? Una cantidad imposible de medir porque se mueve y multiplica en espacios cada vez más estrechos, provocando mareos, gripas, diarreas, vómitos y pensamientos delirantes en cada vez más gente. Gente de ojos abiertos y puño cerrado con la que es difícil cualquier conversación decente. Lo que no sé si está claro es si esa medida (a la que llamo Medellín) tiene carácter químico (nace de una transformación), físico (es parte de la creación) o simplemente define la frase que Arno Schmidt (el autor de Nobodaddy) le escribiera en una carta a su hermana: Como sabes, nunca he creído en Dios, pero ahora creo en el diablo.

Por los días en que traté de definir esta medida que llamé Medellín, tenía gripa, me dolía un codo y había escapado de una conferencia sobre psicoanálisis. Y al escapar y enfrentar la ciudad, entré en esa masa amorfa habitada por gente que hablaba en crescendo (sola o por teléfono celular), lo que me permitió enterarme de sus negocios, dolores, miedos, frustraciones y deseos (algunos con toques jurídicos) de carro, apartamento, mejor sexo y las posibilidades de unas vacaciones en Miami o New York. ¡Ah!, y de que los dejaran en paz. Supongo que la masa de la que hablo se cohesiona con arrepentimientos. Y esto alteró mi gripa e hizo que el codo me doliera más. Y recordé el terrible aire acondicionado (ruidoso y maloliente) del salón donde se dictaba la conferencia de psicoanálisis. Hubo mucha gente en guardia cuando sonaron palabras como paciente, sujeto, deseo seccionado, analista, Freud, Lacan, ego, pulsión, etc. Palabras, que incluidas en la medida que he llamado Medellín, podrían indicar de qué se trata el contenido de la masa, a la par que (palabra por palabra) podrían servir para la confección de índices de gestión. Y esa masa, que podría llamarse Medellín en los records internacionales, que cada día se llena más de personas y objetos y la imagen sería la de una bolsa de plástico cerrada a la que se conectan tubos que emiten CO2 para inflarla, se puede dibujar (artística o técnicamente), promocionar para que se vea de lo que es capaz el hombre o simplemente dejar ahí, hasta que otra la cubra o procree con ella.

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Esta visión de la ciudad como masa mesurable (con espacio, peso, contenido, altura, ancho, profundidad, dilatación en el verano y contracción en invierno), nacida de una gripa, de un dolor en el codo y de una escapada de una conferencia de psicoanálisis, me llevó a recordar una frase de Robert Musil, en El hombre sin atributos (primer capítulo, terminado): las ciudades son como se mueven. Frente a mí, un aviso burlón de prohibido fumar. Más allá una U cruzada por una diagonal. Y más allá edificios con mucha gente confinada y, debido a la masa móvil, más dificultad para ir de un sitio a otro.

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