Túnel y crisis de credibilidad

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Túnel y crisis de credibilidad
Creemos menos, porque somos víctimas de un mal subyacente que ha ido extendiéndose en Colombia en los últimos años: la crisis de credibilidad

Inquietud y una total desinformación e incertidumbre sobre el Túnel de Oriente. Eso es lo que sentimos los ciudadanos del común frente a un tema que nos concierne como vecinos de esta obra, ante el cúmulo de comunicados, artículos y pronunciamientos tan apasionados como encontrados, de autoridades nacionales, ambientales, asociaciones de profesionales, senadores, gobernadores, exgobernadores, asesores, veedores, ambientalistas, tribunales, diputados, magistrados y columnistas, entre muchos otros.
Lo paradójico es que en medio del mar de datos, sentencias y constancias, en vez de saber más sobre el proyecto y su conveniencia o inconveniencia, sabemos menos. O, para ser más precisos, creemos menos, porque somos víctimas de un mal subyacente que ha ido extendiéndose en Colombia en los últimos años: la crisis de credibilidad. Es esa duda permanente sobre a quiénes se les puede creer; duda sobre quiénes obran y opinan de buena fe y con pleno conocimiento del tema, y así tengan intereses no los ponen por encima de sus principios ni mienten para favorecerse a costa de lo que sea; dudas sobre verdaderamente quiénes tienen el criterio, la honestidad y el sentido común suficientes para tomar decisiones que privilegien el bien común.
La que nos aqueja es una crisis de credibilidad atizada por actuaciones corruptas y escandalosas de algunos gobernantes, particulares y funcionarios, como en el caso de la pasada administración de Bogotá, por no extendernos en ejemplos; crisis de credibilidad alimentada por el cinismo con el que han mentido ante el país entero y por diversos motivos no solo delincuentes reconocidos sino figuras públicas en quienes los ciudadanos depositaron su confianza. Crisis que no nos deja partir de la presunción de inocencia, como debiera ser, sino que nos lleva a ser suspicaces frente a todas las actuaciones, así hayan sido transparentes. Por ejemplo, frente a la del hoy exgobernador Ramos, quien contra viento y marea se empeñó en poner la primera piedra del Túnel de Oriente a menos de dos semanas de las elecciones del 30 de octubre, o la del Ministro de Ambiente, Frank Pearl, quien ordenó la suspensión de la obra casi tres meses después de iniciada y no antes, pese a que ya estaba en el cargo.
Así las cosas, a menos de 90 días de que se tome la decisión definitiva sobre la construcción del Túnel de Oriente y su licencia ambiental, persiste la zozobra ante tantos asuntos en juego. Resta esperar que los encargados de decidir el futuro de una obra tan trascendental, lo hagan con honestidad, visión y pleno conocimiento de causa. Quizás así empecemos a superar la desconfianza crónica.

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