Catedral Metropolitana de Medellín

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Catedral Metropolitana de Medellín
 
  La construcción de la nueva catedral se entendía de la misma manera que en gran parte de las ciudades que empezaron a desarrollarse en Europa alrededor del año 1000  
     
 
 
  *Por Carlos Arturo Fernández U., miembro del Grupo de Investigación en Teoría e Historia del Arte en Colombia, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.  
 
 
 
Por Carlos Arturo Fernández U.
 
  Aunque la Catedral Metropolitana de Medellín, dedicada a la Inmaculada Concepción de María, fue consagrada apenas en 1931, su proyecto y desarrollo se relaciona con procesos de una historia del arte muy anterior y muy distante de lo que había vivido hasta entonces la pequeña ciudad.
En 1868 tomó posesión el primero obispo de Medellín, como consecuencia del traslado de la sede episcopal que antes había estado radicada en Santa Fe de Antioquia; en ese momento se escogió como catedral la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicada en la antigua Plaza Mayor de la ciudad, hoy Parque Berrío. Pero, al mismo tiempo, se determinó que sería construida una nueva catedral que, en palabras del primer obispo, debía satisfacer mejor las necesidades espirituales de la diócesis: un templo “más digno de las riquezas, la ilustración y progreso de la ciudad de Medellín”, según dijo. Y una de las primeras decisiones que se toma es su ubicación en el sector de Villa Nueva, es decir, en el área de expansión urbana de la ciudad, entonces con unos 30.000 habitantes, que comienza a crecer hacia el norte, más allá de la quebrada Santa Elena.
En este sentido, a pesar de la distancia en el tiempo y de las diferencias en la estructura social, desde su proyecto original la construcción de la nueva catedral se entendía de la misma manera que en gran parte de las ciudades que empezaron a desarrollarse en Europa alrededor del año 1000: la basílica catedral es un hito urbano fundamental que recoge y representa los valores ciudadanos, entre ellos, pero no exclusivamente, los religiosos. Porque, en el fondo, su construcción es también imagen y símbolo de los procesos políticos, sociales, económicos y culturales que vive la ciudad en crecimiento.

En la misma época, en coincidencia casi perfecta con la catedral de Medellín, la ciudad de Barcelona, embarcada en un gigantesco proceso de expansión, emprendía bajo la dirección de Antoni Gaudí la construcción de la nueva gran basílica de la Sagrada Familia, que sigue desarrollándose en la actualidad. En otras palabras, guardando las debidas proporciones, los ejemplos de Barcelona y de Medellín ilustran los vínculos sociales y culturales que subyacen en estos proyectos de arquitectura religiosa.
En un primer momento la construcción de la catedral de Medellín fue encomendada al arquitecto italiano Felipe Crosti. Sin embargo, en 1883 se canceló definitivamente el proyecto de construcción, tras múltiples reveces y discusiones, en los que quedaron claras la incapacidad y la inexperiencia técnica del italiano; la nueva catedral pareció entonces condenada al olvido. Pero en 1886 renace el proyecto bajo el empuje del obispo Bernardo Herrera Restrepo quien mira hacia París y busca el apoyo y consejo del abate y arquitecto L. Douillard; como resultado, en 1889 llega a la ciudad el joven arquitecto francés Charles Carré (1863-1909) quien deja de lado todo lo propuesto y lo poco construido por Crosti y diseña la actual catedral. Y aunque Carré regresa definitivamente a Francia tras sólo cinco años en Medellín, su proyecto acaba por imponerse y respetarse, a pesar de frecuentes intentos de modificarlo que, por fortuna para la ciudad, siempre fracasan. El proyecto de Carré logra la creación de una solemne y austera basílica en estilo neorrománico, con una planta de más de 6.000 metros cuadrados y un volumen de unos 97.000 metros cúbicos.

Más adelante, a partir de 1919, el religioso salesiano Giovanni Buscaglione (1874-1941) es contratado para desarrollar la decoración y algunos elementos arquitectónicos interiores que dialogan muy bien con el proyecto de Carré.
La Catedral Metropolitana de Medellín ha sido considerada muchas veces, y con toda justicia, junto al Capitolio Nacional en Bogotá, como la más alta cima de la arquitectura en Colombia en todo el siglo 19 y hasta las primeras décadas del 20.
Por eso, más allá de esta nota histórica, vale la pena volver más adelante sobre ella.

 
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