Viajar persiguiendo un conejo hasta Alaska

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Sole y Ariel. Fotos Juan David Caicedo
 
Estos jóvenes argentinos pasan por Medellín en su viaje hacia el Norte de América. Su furgoneta es su casa y con ella son tres en el camino
 
Por Laura Montoya Carvajal
 

Ariel, de 28 años, trabajó como ingeniero industrial en una multinacional durante 8 años. Sole, también de 28, estudiaba química de alimentos para la industria y trabajaba en un laboratorio de microbiología. Hace 4 años son novios, y hace un año y un mes conviven en una casa con ruedas llamada Cachi. Dentro de la Volkswagen Kombi, dos sillas y una mesa se vuelven cama y alrededor hay un lavadero, una alacena, fogón de gas, ventilador, algunas cortinas de colores, fotos, recortes, decoraciones y pocas pertenencias que ruedan arriba y abajo de la geografía colombiana desde hace dos meses.

Ariel y Sole son de Buenos Aires (Argentina), y desde que renunciaron a sus trabajos y se subieron a la furgoneta iniciaron una travesía que pasando por Chile, Bolivia y Perú los trajo a Colombia. La idea fue de Ariel, que quería darle la vuelta en mundo en moto. “Con Sole todo fluyó muy natural. Iba a viajar solo, luego me di cuenta de que no quería dejarla y supuse que era mejor ir acompañado con una persona que quiero tanto”, dice él.

Abandonaron la idea de la moto y se compraron la Kombi, que según su vendedor estaba lista para partir, pero se varaba frecuentemente. “Por eso se llama Cachi: porque cachi arranca, cachi chocamos, cachi llegamos”, ríe Sole. Ese viaje de tres lo bautizaron Persiguiendo al conejo blanco.

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A Ariel le gustaba Matrix y la asociación del conejo con pasar a un mundo diferente, y a Sole le encantaba la idea de Alicia escapando de la vida adulta, detrás de un conejo afanado porque se hace tarde. “En realidad, si vos lo pensás se hace tarde, estudiás, te metés a trabajar, tenés hijos, y cada vez tenés más ataduras que te cuesta romper”, dice ella. Ariel completa: “Veíamos que la gente tiene muchos de sus fines inconclusos. Nosotros dijimos: somos jóvenes, no tenemos hijos, hagamos un gran viaje y nos lanzamos a la madriguera”.

En este caso, la madriguera es una vuelta a América, subiendo por el lado del Pacífico hasta Alaska y volviendo a Argentina por el lado del Atlántico. Hoy, la amarilla, naranja y verde Cachi está parqueada en la zona de foodtrucks de Ciudad del Río en Medellín. La furgoneta abre sus puertas para exhibir stickers y postales que los dos jóvenes hacen y venden para abastecerse. Antes, han probado con comida, tejido, mandalas y atrapasueños. “Cada país tiene su forma para trabajar, y nosotros no somos muy ambiciosos. Con tener para la comida y la gasolina nos basta”, dicen ambos.

A Colombia entraron por Ipiales, pasando por Pasto, Popayán, Cali, donde celebraron su primer año viajando, Buga, el Eje Cafetero, Jericó, Santa Fe de Antioquia y hace una semana, llegaron a Medellín.

Para ellos, el aprendizaje es la palabra clave que define su decisión de viajar. “La primera parte del viaje fue despojarse de las cosas innecesarias, porque al principio empiezas a meter cosas. Nos han robado dos veces, así también nos dejaron más espacio e hicimos más amigos también”, recuerda Ariel con tranquilidad. “Cuando crees que te pasa algo malo si lo analizás no fue tan grave y te sirvió para algo”, completa.

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Aunque al principio pensaron en su medio de transporte y ruta, y creen que posiblemente se demoren dos años más en llegar a Alaska, hoy dicen que no planean mucho el siguiente paso, “más allá de un par de días o un par de kilómetros”. Tampoco se sienten comprometidos con la idea de conocer su destino final: “Alaska es una meta para conocer todo el continente americano, sin que las fronteras nos dividan”, explica Sole. También dice: “No nos anticipamos mucho. Yo no sé quién voy a ser en dos años. Prefiero ir planeando en el día a día”.

Los dos son calmados y precisos con la palabra, y les gusta conversar y tomar mate en la parte de atrás de Cachi. “Cuando salís de viaje, tenés un montón de miedos, una lista enorme, los tuyos y los de los demás. Cuando te pasa algo, ahí mismo está la solución. Si estás haciendo lo que te gusta, de repente las cosas se solucionan para que lo sigas haciendo”, comenta Sole.

 

Por eso concluye segura, después de cinco países de recorrido, que el que quiera viajar no debe pensarlo demasiado. “Lo único que tenés que hacer es agarrar una mochila, una kombi o un auto y salir, porque si te ponés a pensarlo demasiado te llenas de peros y capaz que no salís nunca”.

Persiguiendo al conejo blanco comparte sus experiencias de viaje en la página www.persiguiendoalconejoblanco.com

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