Ricky, el indomable amigo de la aventura

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Ricardo Vélez se salió del molde y optó por deportes poco convencionales. Las palabras aventura y vértigo son parte de su filosofía de vida

 

Por José Fernando Serna Osorio

Treinta segundos y la mente en blanco. La bicicleta derrapó sobre el asfalto y el cuerpo de Ricardo hizo lo propio mientras la camioneta se vino encima. No hubo tiempo de más, el cuerpo obró por intuición de supervivencia y las piernas arriba amortiguaron el golpe. Salió despedido hacia un lado de la vía. ¡Se salvó de milagro!

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La escena ocurrió a las 6:30 de una mañana de octubre de 2015 sobre el carril de descenso de Las Palmas. En la curva conocida como El Peñasco, Ricardo Vélez Bravo perdió el control de su bicicleta mientras entrenaba, como lo hace todos los días desde las 4:30 a.m.

Se levantó con el impulso de la adrenalina circulando por sus venas. Un carro que atinó a detenerse al ver el percance lo llevó de inmediato a la Clínica El Rosario de El Poblado. Por el contrario la camioneta escapó. El hecho, en opinión de Ricardo, fue fortuito.

Para él solo fue necesario la limpieza de algunos raspones y calmar el dolor en la espalda. Por el contrario, la bicicleta en su parte frontal, quedó reducida a un monumento de hierro que hoy en día cuelga en su oficina. Junto a una frase que él escribió allí: “La vida es una sola, disfrútala…”. Tres días después Ricardo descendía nuevamente por esta vía que conduce a Medellín, porque el miedo no convive con él.

“Me levanté para contarlo, ahí está demostrado que uno en la vida tiene caídas, pero tiene que seguir adelante. No lo tomo como un recuerdo negativo, porque de todas esas cosas aprendo. Al mes me volví a caer cerca de ese lugar y me volví a levantar”, recuerda con tranquilidad.

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Esta historia la narra en la oficina de su empresa de iluminación ubicada en la zona industrial de El Poblado. Allí, junto a varias fotos que describen su vida deportiva reposa el vestigio de una de las tantas afrentas que ha hecho a la muerte en una vida llena de vértigo.

Ricky, como le dicen sus cercanos, tiene 42 años y es deportistas consagrado. Lo tradicional nunca le llamó la atención, ni el fútbol ni nada. El buceo, el esquí náutico, la equitación y el mototrial capturaron la atención de un inquieto estudiante de colegio que poco supo comportarse en el aula de clase. Se ríe mientras cuenta esa historia.

“Yo no terminé mi primera educación en un colegio normal. Esa misma actitud hiperactiva quizá es lo que hoy me tiene vinculado a esta clase de vida. Me gustan las competencias de carros, llegué a correr rally, igual motos y otras más”, acota.

Su hermano Daniel, el cómplice de múltiples aventuras en la juventud, se inclinó por los vuelos con ala delta. Hoy en día es un reconocido piloto en este deporte con excelentes resultados en el escalafón nacional e internacional.


Las competencias en las que participa Ricardo pueden durar hasta nueve días. Allí tiene que soportar inclemencias del tiempo y toda clase de obstáculos. Fotos cortesía y Vivir en El Poblado

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Para Ricardo, el recorrido por la pasión y la adrenalina tuvieron un pico cumbre en el 2000 cuando con otros tres amigos conformaron un equipo de aventura extrema, y desde aquel momento, todo ha girado en torno a ese estilo de vida. Juan Diego Aristizábal, Lina Vargas y Augusto Ocampo han sido los aliados en su trasegar.

“Es una disciplina deportiva con fundamento en el trabajo en equipo. Todos tenemos que estar aliados y ser líderes por las condiciones adversas. Es habitual llorar y eso es necesario, tanto en situaciones malas como en las buenas”, explica.

Ni los Alpes, ni el frío de madrugada en montañas de Ecuador y mucho menos las travesías en selva abierta, han detenido a Ricardo. Ha cruzado parte de los Andes en Suramérica y otros destinos en Europa con la foto de sus dos hijas y esposa en sus manos. Una fuente de energía.

Con el apoyo económico de Saferbo y el moral de sus personas cercanas, este hombre se impone a los obstáculos que le trae el camino con la convicción que “los límites para el hombre no existen”.

“La satisfacción más grande es llegar a la meta. Ahí me doy cuenta de que los problemas que aparecen en competencia solo son oportunidades para descubrir de qué soy capaz. Aguantamos temperaturas bajo cero, dormimos a la intemperie, sorteamos carrera de 180 horas de duración, pero siempre como equipo”, dice el también ingeniero administrativo.

En la actualidad, junto a su equipo se prepara para un nuevo Mundial de aventura. Quizá otro capítulo para que este hombre vinculado toda la vida a El Poblado siga trasegando como un trotamundo incansable.

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