Mientras unos tiran pólvora…

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Cada año, durante la temporada navideña, no solo los seres humanos sufren las consecuencias de la pólvora

Diciembre apenas empieza. Seguramente el 24 y el 31 y todos los días de este mes en que los humanos “racionales” tiremos pólvora, Pepa, una Boston Terrier de dos años correrá despavorida y a ratos mirará fijamente a la ventana, al igual que el día de la alborada, esperando temblorosa el estruendo de la pólvora y sus destellos de luz; Macarena, una perrita criolla de seis años, temblará como el motor de un carro viejo, su corazón latirá a mil; Aysha, una gata criolla de más de seis años, se esconderá debajo de una cama y no habrá nada que la persuada para salir del escondite.

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El día de la alborada también fue funesto, literalmente, para el Zoológico Santa Fe. Julio Oyola, veterinario de esta institución, cuenta: “Cuando comenzaron las detonaciones, Yamile, una mamá llama primeriza, con cinco meses de gestación, corría y trataba de saltar la reja”. Infortunadamente, a las seis y media de la mañana comenzó a pujar para dar a luz a la cría que aún no estaba lista para nacer. Dice el veterinario que luego de perder la cría, Yamile pasó algunos días deprimida y que solo fue posible levantarle el ánimo cuando sus cuidadores empezaron a proporcionarle su comida favorita, a peinarla y a contemplarla.

 

 

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Otro de los derivados de la pólvora es el dióxido de carbono que es uno de los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global, esos gases reducen la emisión del calor de la tierra hacia el espacio, lo que provoca mayor calentamiento del planeta
 

Pero esta llama no fue el único animalito del zoológico que padeció las consecuencias de la pólvora. Las guacamayas volaban desesperadas, los chigüiros corrían descontrolados y lo mismo sucedió con muchas otras especies. “Lo que vamos a hacer el 24 y el 31 de diciembre es premedicar a los animales que más se afectan y que por lo general son los felinos, las llamas, las cervicapras y los que están en los hábitats abiertos; esos días se va a quedar personal del zoológico en la noche para estar pendiente de ellos”, informa Sandra Milena Correa, directora del Zoológico Santa Fe.

Pero si los animales del zoológico y las mascotas sufren por las detonaciones y los destellos de la pólvora, la fauna silvestre que vive en las zonas suburbanas y rurales –tigrillos, armadillos, murciélagos, chuchas, ratones de campo, aves, entre otras especies– no corre mejor suerte. El biólogo Juan Camilo Vélez, especialista en Gestión Ambiental, explica, por ejemplo, que debido a la pólvora las aves abandonan los nidos o estos se queman con las chispas. En otros casos, las aves se intoxican con las nubes de humo.

 

La lluvia ácida

Los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre generados por la pólvora forman lo que se conoce como lluvia ácida, que afecta fuentes de agua, flora y fauna acuáticas; ni qué decir de los árboles, cultivos y la vegetación en general. Álvaro Cogollo, biólogo y director científico del Jardín Botánico de Medellín, detalla otro de los daños que la pólvora causa al medio ambiente: “Otro de sus derivados (de la pólvora) es el dióxido de carbono, que es uno de los gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global; esos gases reducen la emisión del calor de la tierra hacia el espacio, lo que provoca mayor calentamiento del planeta”.

 

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Recomendaciones con las mascotas

María Elena Arango, médica veterinaria y zootecnista de la Universidad CES, aconseja: “Nosotros los propietarios debemos permanecer tranquilos para no transmitirle temor a la mascota; no la debemos acariciar, confortar y tratar de tranquilizar, porque el animalito podrá interpretar esta actitud cariñosa como un premio a su conducta temerosa de la pólvora; tampoco debemos castigar a la mascota, porque el miedo es una respuesta natural”. Entonces, ¿qué hacer con las mascotas en una noche en la que segundo tras segundo suenan un volador, un tote, una papeleta, un taco, una pila o simplemente unos fuegos artificiales? Esta experta explica: “Hay que actuar frente al animal como si no nos diéramos cuenta del temor; debemos proporcionarle un lugar seguro, se puede jugar con la mascota solo si está tranquila, porque si lo hacemos en el momento en que está temerosa, le estamos reforzando el miedo”. Agrega que se pueden utilizar feromonas caninas y felinas en diferentes presentaciones (spray o dispositivo que se conecta a la luz). Se trata de un compuesto sintético semejante a las feromonas que liberan las hembras cuando están amamantando, y que tranquiliza a las mascotas”. Pero como estos son solo paliativos, María Elena Arango dice que lo mejor para solucionar el problema es tratar a la mascota con un método terapéutico conocido como desensibilización. “Se trata básicamente de enseñarle al perro o al gato que no hay un motivo para temerle al ruido que le esta generando el miedo o la ansiedad. En estos programas los animales se exponen de manera gradual al ruido, bien sea pólvora, tormenta u otro que le genere temor; vamos intensificando el volumen del sonido de manera gradual, y adicional hacemos un refuerzo positivo con caricias, con comida cada que ellos estén tranquilos en presencia de ese ruido”. Así tendrá que ser mientras la pólvora siga siendo el sonido de fondo decembrino.

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