Compartí un sillón rojo con Laura Restrepo

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Con su mirada sonriente y su manera de hablar, de narrar su trabajo, su vida, sus personajes, Laura Restrepo nos tuvo seducidos cerca de hora y media
Laura Restrepo y Saúl Álvarez Lara en el conversatorio de Vivir en El Poblado durante La Fiesta del libro y la cultura

pacho lara pequePor Saúl Álvarez Lara

No se podría decir que el salón estaba medio vacío, quizá estaba medio lleno. En el estrado frente al auditorio un sillón doble, rojo. Un cajón hace las veces de mesa, una botella de agua, solo una y dos micrófonos. Imaginemos así el lugar donde sucederá el encuentro de Vivir en El Poblado con Laura Restrepo programado para las ocho de la noche el día de inauguración de la Fiesta del Libro y la Cultura. Llegamos a tiempo, quizá un poco después de la hora por razón del itinerario apretado. Nos presentan, ella no me conoce, yo sí, he leído algunos de sus libros, pero, sobre todo, he visto fotos suyas y he seguido sus pasos en las frecuentes entrevistas que le hacen. En el mismo momento en que voy a hablarle, no sé, quizá a decirle que me alegra mucho el encuentro, un admirador se cruza entre nosotros y me interrumpe, no escucho lo que le dice, espero a su lado; el hombre quiere el recuerdo del encuentro y pide a la mujer que lo acompaña que tome una o varias fotografías con el celular. Hoy en día todo el mundo es fotógrafo. Por fin, después de otros encuentros y más fotos entramos en el auditorio. El hombre joven vestido con camiseta roja, funcionario de la Fiesta del Libro, me explica la metodología: yo lo presento a usted, le entrego el micrófono y usted presenta a la invitada. Antes, claro, debo decirle quién soy y qué hago, no me conoce, no hay razón para que me conozca. No me parece ni bien ni mal, no tengo elementos para esperar otra situación y acepto. Pasan los anuncios institucionales, el joven de la camiseta roja hace su parte y me entrega el micrófono. Algunas veces me he encontrado en la situación de hablar en público, de representar un papel, he logrado hacerlo, sin embargo esta noche, son las ocho y treinta, me siento frente a un mar inmenso donde me voy a lanzar a brazada limpia con la intención de llegar hasta el horizonte y regresar.
 Laura Restrepo. Fotos Juan David Caicedo
Laura, dudé en decirle “usted” o tratarla de “tú” como si fuéramos amigos de siempre, me mira con sus ojos sonrientes y espera. Soy yo quien debe hablar. Entonces me lanzo al agua. Menciono los títulos de su primera novela y de la última, entre ellas, digo, hay otras diez novelas. Menciono los premios que ha ganado además del Alfaguara y digo que le voy a hacer una propuesta. Ella responde con una sonrisa: ¿una propuesta? Entonces me aventuro a agregar, el Jardín de las delicias de Hyeronimus Bosch está en toda su obra quizá incluso desde el cuento que escribió cuando era niña. Para mi sorpresa respondió que no recordaba ese cuento, sin embargo la mención del tríptico de Hyeronimus Bosch nos permitió entrar en el tema que me había propuesto porque no esperaba hablar con ella de su militancia en la izquierda, ni de la situación política del país, ni solo de su última novela. Esperaba que habláramos del Jardín de las delicias y de la posibilidad de encontrar entre la multitud desnuda los personajes de sus novelas. Entonces la situación cambió, ya no nadaba a brazada limpia hasta el horizonte, no; recorría el tríptico de Bosch de la mano de una guía excepcional que pasó del paraíso al jardín, que me llevó, llevó a la audiencia en la sala, al infierno que vivieron algunos de sus personajes y regresó; que explicó los ires y venires del mal y del bien en el siglo 16 y en nuestros días; y que nos llevó a todos, como en excursión, a pasear entre los grupos de hombres y mujeres desnudos que abundan en el jardín.

Laura conoce bien la historia del tríptico desde el momento en que Felipe II lo compró. Lo visita con frecuencia en su residencia actual en el Museo del Prado. Quizá, me aventuro, por esta relación cercana algunos personajes, no salidos directamente de la pintura, pero reunidos en la escritura darían cuerpo e historia a situaciones tan desbordantes como las que aparecen en el tríptico. Hablamos del rigor investigativo o de vivencia personal que hay en cada personaje. Hablamos de la ficción, del momento de quiebre en que aparece y se convierte en literatura. Hablamos de la fragmentación representada en la separación de los cuerpos en el tríptico en paralelo con la soledad del momento actual. Poco a poco nos encontramos inmersos en las dos obras, la escrita de Laura Restrepo y la pictórica de Hyeronimus Bosch y para mí es cada vez más cercana la relación. Recordé entonces las palabras de Nélida Piñón frente a la misma pintura: hay que inventar palabras; o de Michel Onfray: pensar lo impensable; o de Cees Nooteboom: ahí está todo; o de Reindert Falkenburg quien dice que el tríptico fue concebido como un elemento de conversación. Eso fue lo que hicimos.

No mencioné lo dicho por los escritores, pero a medida que avanzaba el encuentro la sensación de que Laura Restrepo hacía lo que ellos dicen y más en su obra, fue como una anunciación. Con su mirada sonriente y su manera de hablar, de narrar su trabajo, su vida, sus personajes, Laura Restrepo nos tuvo seducidos cerca de hora y media. Qué experiencia.

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La travesía por el Jardín de las delicias de Laura Restrepo se puede ver en el Facebook de Vivir en El Poblado: https://www.facebook.com/vivirenelpoblado/. Allí en la columna de la derecha está el video.

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