Mitos urbanos sobre seguridad

 

 

 
 
 

Mitos urbanos sobre seguridad

He hecho el ensayo con cajas de trasteo, bolsas de mercado llenas, maletas cerradas y nunca pasa nada

 

 
     
 

Entre los muchos oficios que no quisiera desempeñar en la vida, uno de los más complejos sería el de director de seguridad. De cualquier cosa. De una fábrica, una oficina pública, un aeropuerto, un centro comercial, etcétera. Mi trabajo consistiría en lograr que las personas estén seguras en el edificio o instalación a mi cargo. Todos los días, todas las horas. Y que las actividades de mi empleador se puedan realizar sin mayores inconvenientes.

Tarea nada fácil en un mundo que a veces pareciera estar lleno de individuos o grupos que desean hacer el mal por aquí y por allá. Por supuesto, muchas cosas han pasado y podrían pasar y hay que tomar precauciones. Pero, ¿son apropiadas las precauciones? ¿Son inteligentes, son suficientes? ¿Se está exagerando con algunas que no valen la pena y pasando por alto otras?

Ya por ejemplo no podemos tomar un avión a Estados Unidos llevando a la mano armas tan recientemente peligrosas como una crema de dientes o un champú. Pronto será un avión a cualquier parte y, si a alguno (sobre todo si es musulmán) le da por hacer alguna broma, pronto nos estarán prohibiendo entrar líquidos y geles a teatros, centros comerciales, estadios y restaurantes. ¿Quién asegura que estas sustancias solo son peligrosas dentro de un avión en vuelo?

Miremos un par de situaciones en nuestra ciudad:

Entrando en carro a un centro comercial o al estacionamiento de un edificio público o privado, somos invitados a abrir el baúl para que el amigo vigilante eche una mirada de medio segundo al contenido e, invariablemente, nos permita la entrada. Es en serio. He hecho el ensayo con cajas de trasteo, bolsas de mercado llenas, maletas cerradas y nunca pasa nada. El vigilante simplemente mira y cierra de nuevo la tapa. “El siguiente!”.

Es lo más probable que esta ligerísima inspección no sea suficiente el día en que realmente alguien quiera hacer un daño. Pero bueno, algo hay qué hacer, algo que al menos dé la impresión de que alguien se está ocupando del problema. Claramente, la idea no es que la gente real y efectivamente esté más segura, sino que se sienta más segura.

O vamos a un estacionamiento público y, muy serio, el encargado nos pide por favor parquear en reversa. Curioso que soy, siempre les pregunto para qué. Invariablemente la respuesta es “para que en caso de una evacuación de emergencia la salida sea más rápida”.

¿Alguien se ha imaginado que, en caso de una emergencia real, la gente va a volver corriendo al estacionamiento donde dejó el carro para evacuar ordenadamente? ¿A estos expertos en seguridad realmente les cabe en la cabeza que una evacuación se hace cada uno en su automóvil?

En cambio en Estados Unidos, donde también son fanáticos de la seguridad, se espera que la gente estacione de frente, exactamente al revés que en Colombia. ¿Será que allá saben algo que nosotros no?

En fin, definitivamente rechazaría la oferta, en el remotísimo caso de que me la hagan, de ser director de seguridad

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