Meseros, ¡a estudiar!

 

A diferencia de lo que ocurre en otros países, donde la atención es más fría e impersonal y la ropa tiende a ser mucho más costosa.
Por consiguiente, Medellín se ha distinguido como destino de compras de prendas de vestir. Muchos visitantes vienen especialmente a eso. O si no vienen a eso, no dejan de sorprenderse gratamente cuando van a un centro comercial y encuentran semejante combinación de calidad, precio, conocimiento y amabilidad.
Lamentablemente esta positiva experiencia, que puede influir tanto en que vengan más y más visitantes y nos dejen más y más dinero, y por consiguiente tengamos más y mejores empleos, no se extiende a otros elementos críticos para el disfrute de su permanencia en Medellín: Los restaurantes.
Es cierto que recientemente se han abierto muchos y también es cierto que ya la oferta ha mejorado de manera notable, en calidad y variedad. Es cierto que la arquitectura y el diseño son cada vez más interesantes, se notan esfuerzo e inversión.
Pero, ¿qué pasa con el servicio, señoras y señores dueños de restaurantes? La atención de los meseros todavía parece estar muy por debajo del promedio internacional. No se nota gran conocimiento del oficio ni compromiso con el restaurante. Pasión, mucho menos.
El mesero tiene que ser un asesor profesional y también un cómplice del comensal, su obligación es hacerlo sentir importante y feliz, orgulloso del plato elegido. Es el gran momento de verdad, el único encuentro real entre restaurante y cliente y en esta ciudad se está quedando en un lejano segundo plano.
Es fundamental trabajar en este aspecto de manera mancomunada entre los dueños de restaurante, las escuelas de gastronomía y los gremios del sector para que el oficio de mesero tenga mayor importancia y reconocimiento: Mejores sueldos, mejor selección de personal y muchísima más capacitación. De modo que no sea un oficio “de refugio” sino uno de permanencia y crecimiento. Hay que desarrollar una academia de meseros. Porque los chefs ya los tenemos, ya empiezan a graduarse de nuestras nuevas escuelas.
Probablemente algún día Medellín también sea distinguida por la inigualable calidad de sus restaurantes y que en ellos aquella legendaria amabilidad paisa sea la norma y no la excepción. Y que, así como ya es destino para gastar en ropa, nuestra ciudad también sea genuino y rentable destino gastronómico. Pero nos queda aún un largo camino que otras ciudades no muy lejanas ya han recorrido.

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