El viaje de Ciro Guerra

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El sonido natural del Caribe colombiano y sus paisajes, el encuentro con culturas indígenas durante la travesía realizada por dos seres unidos por lo mismo, bajo las melodías del vallenato tradicional, fueron elementos que los más expertos cinéfilos apreciaron en el festival de cine francés.
El creador de esta idea es Ciro Guerra, un joven director nacido en Río de Oro, Cesar, lugar que lo inspiró para pensar y desarrollar la película. Vivir en El Poblado habló con él para conocer sus principales sensaciones.

¿Por qué hacer una película de este tipo, sin pensar en el contenido comercial para venderlas internacionalmente?
La idea con esta película era abrir el camino de conocer ese país que está oculto, que esta ahí latente y las historias no han sido suficientemente contadas, o son desconocidas para la mayoría de colombianos. Yo creo que entre más local, más universal es una película. Nos dimos cuenta de que cualquier persona la puede entender; la presentamos a públicos de Japón, Pakistán, India, Sudáfrica, Medio Oriente, y todos la entendieron porque está contando una historia basada en un mito universal.

¿Cree que se abre un espacio para hacer cine en Colombia con otras temáticas?
No es que yo me haya inventado algo, sino que soy el primero que tiene la posibilidad de estrenar una película de este tipo. Por ejemplo, va a salir El hueco del cangrejo, de Óscar Ruiz, que será la primera que se filma en el Pacífico y que cuenta esa cultura. Muchos realizadores siempre han querido contar las historias del país profundo, pero por cuestiones de producción y financiación es difícil. Espero que Los Viajes del Viento incite y estimule a otras personas para crear este tipo de cine, aunque la violencia y el narcotráfico son dos temas que todavía tienen mucho que contar.

¿Cómo fue el proceso de casting?
Pensamos que era un reto encontrarlos pero al mismo tiempo son comunes en la región, hay músicos muy talentosos. Se hizo un llamado de casting abierto en ciudades al norte de Colombia, al que asistieron más de 2 mil personas. Queríamos personas con una historia que contar, que tuvieran algo interesante y aportaran a lo escrito en el guión. Fue un trabajo de año y medio con el elenco, para que ellos le aportaran a sus personajes. Eso sí, era gente sin experiencia en la actuación. Marciano Martínez, el coprotagonista, es compositor de más de 300 canciones, él ha compuesto algunos de los grandes éxitos como Amarte más no pude, de Diomedes Díaz, es juglar, toca el acordeón y está todo el tiempo moviéndose de un lado a otro con su música. Fermín es aficionado a la guitarra y a la percusión y también tiene mucha actitud musical.

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¿Cómo se construyó musicalmente?
Si bien el hilo conector era la música vallenata, esta sólo es una pequeña muestra de la música del Caribe. También incluimos la manera africana del tambor y la música indígena que casi nunca se escucha. Lo otro es que no es el vallenato comercial que se entiende en las emisoras, sino el vallenato antiguo, por eso trabajamos con músicos de la vieja guardia, que no son las grandes estrellas de hoy pero que tienen la tradición a flor de piel. La idea era que la música de la película le pudiera gustar a alguien que ame el vallenato y también al que lo odia, que aprecie la cinta y entienda que es una música que tiene mucha historia y tradición, que expresa cosas más profundas que la idea que mucha gente tiene como superficial.

¿Cómo fue la experiencia en Cannes?
Estábamos un poco nerviosos porque en ese festival cuando una película no gusta la abuchean, o los aplausos son muy escasos y fríos. Cuando se terminó la película hubo cuatro oleadas de aplausos sin interrupción; normalmente cuando empiezan a salir los créditos la gente se va, en este caso se quedaron aplaudiendo durante todos los créditos, casi 10 minutos de ovación. Yo estaba con Marciano y mirábamos al segundo piso del teatro, y estaba todo el palco volcado hacia adelante aplaudiendo y gritando. Es algo muy emocionante, en ese momento supimos que la película se había comunicado con la gente y fue un momento muy emotivo para todos.

¿Qué aprendizaje en lo personal le dejó Los Viajes del Viento?
Fue una experiencia tan definitiva para todos que es difícil ponerlo en palabras. Todo el equipo de trabajo estaba yendo a estos lugares por primera vez, eso hizo que nos convirtiéramos en una familia que fue muy difícil de separar. Ese contacto con la gente de los pueblos de esta Colombia como tan alejada, es algo que le enseña a uno mucho. Es un aprendizaje de muchas cosas que son para la vida de uno, pero eso lo nota y lo siente el espectador cuando ve la película.

 
     
 
 
 
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