“Arrópame que tengo frío”

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“Arrópame que tengo frío”
Este “alabao” chocoano, que canta con el alma Claudia Gómez, introduce este viaje por el frío y el calor

/ Jorge Vega Bravo

El ser humano tiene un manejo propio del calor y es algo más que un animal de sangre caliente. En la evolución, los primeros animales que adquieren un organismo calórico son las aves. Peces, reptiles y anfibios no controlan la temperatura por sí mismos. Los mamíferos superiores controlan el calor a través de la respiración. Solamente el caballo puede sudar y controlar la temperatura a través de la piel. “En el mundo animal la adquisición del calor y la regulación de la temperatura corporal son un indicador de su nivel evolutivo. Cuanto más calor, más complejidad y nivel de conciencia”, dice C. Botero. Solo la colmena de las abejas alcanza los 37° C del ser humano. Este tiene una distribución fisiológica del calor: la cabeza tiene menos sangre y debe permanecer quieta y fría. El vientre y las extremidades tienen más sangre y movimiento y deben estar calientes.

Cabeza fría y pies calientes constituyen la polaridad habitual del hombre sano; en la fiebre infantil y en algunas enfermedades del adulto, se calienta la cabeza y se enfrían los pies. En toda migraña hay un ascenso de sangre y calor a la cabeza y en las enfermedades esclerosantes que afectan la circulación se enfrían las extremidades.

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Los habitantes del trópico tienden a descuidar el calor corporal. Siempre que cambia el tiempo, atendemos muchos casos de resfrío. La moda actual tiende a destapar el pecho y la cintura. En fisiología china se afirma: el riñón y el pulmón detestan el frío.

Es dramático ver a los bebés semidesnudos en las áreas frías de los supermercados, o ver a los señores descamisados en sus casas. Encontré una vieja foto de mi abuela cargando dos bebés envueltos como tabaquitos. Era la sana costumbre ancestral de abrigar adecuadamente a los niños y permitir una buena adaptación. El niño pequeño tiene un organismo calórico inmaduro y es sensible a los cambios. En los primeros septenios reacciona con fiebre para activar el sistema inmune y permitir que el Yo se apropie del inmaduro cuerpecito. En la edad adulta tenemos menos calor y tendemos a desarrollar enfermedades frías y crónicas como el cáncer.

Dice también C. Botero: “En el ser humano, el calor permite que la individualidad, el Yo, pueda estar dentro de la corporalidad física”. La fiebre es la expresión más clara del calor, así como el entusiasmo y la alegría revelan calor anímico. “En el calor vive la creatividad”. Con el uso indiscriminado de antibióticos, antiinflamatorios y antipiréticos están desapareciendo las enfermedades febriles y en su lugar florecen las enfermedades crónicas. En el cáncer, el Yo no puede penetrar correctamente en el físico de un órgano y esto es acompañado por pérdida de temperatura. Si cuidamos el calor físico y anímico, la vida fructifica.

Coleta: Calor humano sentimos en la 7a. Fiesta del Libro y la Cultura. Felicitaciones a los organizadores y a Vivir en El Poblado que copatrocinó la fiesta y varias actividades. Extrañé la ausencia de la lectura digital. La educación y la cultura calientan el alma y permiten que el Yo individual y colectivo transformen la conciencia.
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